miércoles, 20 de junio de 2012

señor



Dancé en el limbo de los capullos desolados en la prematura tarde gris de mi existencia. Miraba por la ventana el triste paisaje terrestre, y desconsolado seguía danzando sin saberlo, no había rumbo. Estaba cegado. Tres ángeles habían sucumbido al silencio. Por la caída, la tristeza, la amputada sensación fantasma. Esa realidad que nos traga sin previo aviso me deboró la piel.
Supe que del gran dolor deviene alivio. De la crisis las hermosas criaturas. Cada uno al nacer es nuevo. Te deseo la inquietud. Me atrevo a advertirte que crecerán los lirios blancos que darán valor a tu suerte. La triste tarde gris ya ha decantado cual fina tierra fertil en las orillas del Nilo. Del silencio, la canción. Hoy la tarde me despierta otra vez frente a la ventana, algo ha cambiado. Ya puedo mirar hacia adentro y advierto el cáliz, el templo. Nada de lo que sucedió fue en vano. Vuelve a mi todo lo que creía perdido. Los trés ángeles renacieron y trajeron con ellos un ejército.