martes, 7 de agosto de 2012

Ansias.

Desmenuza sus uñas en finos hilos de plata que caen al vacío volviéndose polvo. La propia piel de la cavidad de su boca la destroza toda despertando aquel dolor que no calma. Sus pequeños dedos piden ser atados, y su tímida voz expira en el funeral de la garganta. Sin morir aún, la presentan a gritos: "He aquí la lengua, viva, ¡muerta en vida!". Ella se sacude hasta derramarse como un elefante caído del cielo en el crudo desierto del piso de la boca. Intenta ponerse de pie, y no logra soltar un solo impulso de vida. Ya muerta, recuerda la frialdad de estar viva en la boca de un hombre muerto que aprendió a hablar entre dientes, que jamás le permitió ver el sol del medio día entre migas de galletitas y el sabor de un dulce té de manzanilla, o tocar la punta de la nariz, como un niño, desesperado mirándose al espejo, llamando la atención del público, de sus padres, de sus hermanos. 
Las lenguas, las voces, todas, se reúnen y saben del fuego de los amantes, que difaman falsedades con las bocas de sus dueños abiertas de par en par, como dragones. Conocen las alegorías de los poetas, las abstracciones de los científicos, el llanto de los niños, la mordida súbita y nunca esperada de los ansiosos. 
Y aquí no logra terminarse ésta parodia de la vida cotidiana. Donde el miserable pasado del héroe, se renueva en el paladar, en la garganta, en la miserable sensación de muerte en los labios. Otra vez es lunes. Otra vez es mañana. Y ayer me duele, y hoy me duele, y mañana quizás también me falte algo.

venus