Me otoño, mientras tanto el limonero de las cuatro estaciones no ve como me deshojo. Pido ayuda, pero ni el viento me cree. En otros momentos me mostré demasiado fuerte, quizás. Nunca me acostumbro a morir. Y sigo deshojandome, mientras la niebla me acaricia el rostro, que hoy siento añejo. En el fondo también se que esto pasará.