sábado, 6 de marzo de 2021

La muerte desde la mirada budista - Marco Antonio Karam



Desgrabación

Link: https://www.youtube.com/watch?v=lxlraGov5po&t=557s&ab_channel=CaminoAmarillo

 

La tradición budista es por definición una tradición espiritual, contempla el hecho de que aquello que a nosotros nos anima, lo cual la tradición define como la conciencia, no es una mera propiedad emergente del organismo físico. Nuestro cuerpo no crea en consecuencia una muy sofisticada y compleja organización a la conciencia, sino que más bien meramente la transmite temporalmente. Podríamos emplear como comparación la programación radial, el radio como maquina o como hardware en sí mismo. El radio no produce la programación, meramente la capta la sintoniza, la amplifica, y después la proyecta.

De la misma manera la tradición budista afirma que aquello que nosotros nos anima es una entidad distinta a la corporal pero que emplea temporalmente el cuerpo para manifestarse en un plano, en un universo, en un mundo particular, de experiencia o de existencia en términos generales.

Así esta tradición define a la consciencia como un flujo de eterna continuidad de experiencia una especie de energía lucida o consciente que no se crea, no se destruye, se transforma.

La tradición budista no contempla la muerte como un fin absoluto, como la desaparición, la desorganización, extinción de la conciencia y por tanto de la vida, sino más bien contempla la muerte como una mera transición entre una forma de vida y otra. En la tradición budista, nos preparamos para el morir, y pensamos que la muerte en oposición a percibirla como un enemigo, es un gran aliado, en particular porque  nos recuerda la importancia del vivir, no desaprovechar el tiempo. Al mismo tiempo nos aproximamos a la muerte con una actitud de naturalidad. Primero porque acontece para todo por igual, porque no hay salida de la misma, todos vamos a morir. Desde la perspectiva budista, no es un fin, no representa la extinción de la vida o la conciencia, sino una transición entre una forma de vida y otra para la que naturalmente tenemos que prepararnos.

El primer elemento a tener consciente es esa famosa expresión de los textos medievales y renacentistas europeos en torno al "art morendis", arte de morir, donde se dice que para prepararse para la muerte hay que vivir con plenitud la vida. "Art vivendis, art morendis", para poder prepararse para morir con plenitud hay que vivir con plenitud. Y este sería un elemento que naturalmente la filosofía y el universo de la práctica budista abraza con particular certeza. Para prepararnos para morir hay que vivir con integridad.

La tradición budista contempla la muerte como un estado de transición entre una forma de vida y otra, también equipara en el transito del morir a patrones por los que nosotros transitamos durante la experiencia de este estado natural que es la vida. Por ejemplo, el entre estado de transición entre la vigilia y el sueño profundo sin sueños. Y la transición entre el sueño profundo sin sueño y el sueño onírico, y después del sueño onírico al sueño profundo sin sueños, y al estado de vigilia. Así se contempla la muerte como algo muy similar a estas transiciones. Por tanto, se afirma que si lo pensamos, nosotros podemos experimentar por ejemplo en la experiencia onírica los sueños de dos diferentes maneras. Podemos hacerlo inconscientes del hecho de que estamos soñando, por lo tanto, presas y controlados por el contenido del sueño al que equívocamente nosotros le proyectamos realidad objetiva o en contraste podemos despertar dentro del sueño, hacernos lucidos en este y controlar las apariencias del sueño y por lo tanto liberarte de la tiranía que ordinariamente ejercen sobre tí al reconocer la naturaleza ilusoria, al reconocer que los sueños no existen independiente al acto de soñar. 
De esta manera la tradición budista contempla que la muerte es muy similar al tránsito del soñar. Por lo tanto, podemos transitar el periodo del morir inconsciente de su naturaleza ilusoria y controlados por sus apariencias, o en contraste podemos despertar, hacernos lucidos en ese tránsito y tener injerencia en el mismo, de tal manera que nosotros podemos impulsar a nuestra consciencia hacia un renacimiento particular que sea favorable para nuestro desarrollo evolutivo y para esto nos preparamos a lo largo de toda la vida. Trabajando con el sueño que lo transformamos en una experiencia lucida y consciente ejercemos dominio sobre sus apariencias y así nos preparamos para este sueño más coherente y profundo que es el del morir.

Otra preparación que es importante tener en cuenta, es que morimos como vivimos, por ejemplo, la preparación ética. Tratar de vivir nuestras vidas de la forma más ética constructiva, virtuosa y positiva posible. Dado el hecho de que estos hábitos, impresiones y tendencias que depositamos en la continuidad de la conciencia van naturalmente a operar como motores que impulsan hacia una nueva existencia, así vamos a morir como hemos vivido. Si hemos vivido con integridad vamos a morir con integridad y vamos a vernos expuestos a condiciones muy favorables para nuestro desarrollo evolutivo en vidas futuras.

Nos preparamos también a través de la meditación discursiva imaginando distintos mundos paralelos de tal manera que en el momento que nos vemos expuestos a estas realidades alternativas las podemos abrazar con naturalidad y no con temor y ansiedad.

Nos vamos familiarizando con la mecánica del morir de tal manera que esta no nos toma por sorpresa y no nos genera ansiedad o miedo, al mismo tiempo abrimos la mente a muchos distintos destinos en los que la mente puede experimentar renacimiento, nos familiarizamos con diferentes alternativas de vida. Imaginamos tierras puras, universos alternativos acordes a las descripciones que de estos nos aporta la tradición budista y así cuando nos vemos expuestos a estas realidades alternativas en el transito del morir las abrazamos con naturalidad, entonces hay preparativos éticos, informativos, imaginativos, contemplativos y todos nos ayudan precisamente a afrontar la muerte con naturalidad.

La tradición budista contempla que nuestra identidad física como mental no es unitaria, esto es que nosotros no solo tenemos un cuerpo, sino que el cuerpo que tenemos o somos es una colección de componentes transitorios materiales y en ese contexto una colección de cuerpos. Así la tradición budista habla en términos de nuestra corporalidad física de tres diferentes dimensiones, el cuerpo groso, el cuerpo de carne y hueso, el cuerpo adamantino, cuerpo de energía sutil compuesto de canales, de energías, de puntos de ensambles energéticos, cargas primarias de energía masculina y femenina, y finalmente habla de un cuerpo en extremo sutil, que es aquel que alberga a lo largo del vivir corporal a la naturaleza fundamental de la mente, así también la tradición budista habla de tres dimensiones de la conciencia, bajo el hecho de que la conciencia está compuesta una colección de componentes transitorios, y temporales mentales, una sucesión de instantes o momentos de conciencia. Y se dividen en tres dimensiones. Mente grosa, "psique" en nuestro caso es humana y opera y funciona en un vínculo o gran cercanía al cuerpo físico, la mente sutil que es la que transita de una vida a otra, independiente al cuerpo físico y donde se depositan las semillas del karma y la historia de la infinitud de nuestras vidas, pero lo que todavía es una conciencia dualista y aflictiva, y este está vinculado al cuerpo adamantino al cuerpo de energía. Y finalmente la mente en extremo sutil que es la naturaleza esencial de la conciencia que está vinculada temporalmente mientras vivimos al cuerpo en extremo sutil, llamado el de la "gota indestructible". Pero cuando transitamos por el morir se separa definitivamente de este. Esta mente es una mente que no está afectada que no está influenciada por nuestras afecciones mentales y emocionales es una mente que no es dualista, en su naturaleza fundamental es pura y despierta. A pesar del hecho de que nosotros no la hemos hecho funcional y consciente a lo largo de la vida, sin embargo, esa es nuestra naturaleza.
¿Qué sucede durante la vida y particularmente en el transito del morir? La vida la transitamos constantemente entre diferentes estados de consciencia, en donde operan por momentos la consciencia grosa que es la habitual en nosotros, por momentos la conciencia sutil y por momento la conciencia en extremo sutil. Por ejemplo, cuando te ves expuesto a una sorpresa, a un susto, cuando bostezas, cuando estornudas, cuando suspiras, cuando arribas al pico del orgasmo, la conciencia grosa experimenta una temporal discontinuidad y aparecen estas conciencias más sutiles, en el trance entre el estado de vigilia y el dormir.
Pero el momento donde estas transiciones se manifiestan con particular intensidad es naturalmente durante el trance del morir, el cuerpo groso se desorganiza, y por lo tanto deja de ser capaz de sustentar a la conciencia grosa, la cual experimenta discontinuidad, así surge como sistema operativo primario, el cuerpo sutil de energía (cuerpo adiamantino), y con él la operación de la conciencia que de éste depende, u opera en vinculo, con la conciencia sutil y durante el transito del morir, ese cuerpo energético también se desorganiza temporalmente, deja de sustentar a la conciencia sutil, y surge el cuerpo en extremo sutil y con él la conciencia más sutil, que es una que no es aflictiva. Es en ese momento por el que todos los seres dotados de vida transitan, que tenemos una oportunidad de reconocer esa naturaleza fundamental que en el estado de vigilia rara vez florece del todo clara.
Poderla estabilizar y a través de ese medio lograr la plenitud, despertar y la iluminación entendiendo ese estado del despertar y la iluminación como no otro que aquel en donde esa naturaleza fundamental de la mente se manifiesta de forma lucida y funcional.
Si bien esto acontece de forma natural en el transito del morir, no es fácil reconocer esa naturaleza fundamental. Porque a lo largo de la vida y vidas no hemos generado, en buena medida familiaridad con esta y cuando la misma surge, en nosotros lo que generalmente acontece es que la impresión es tan poderosa e intensa que ya sea deseamos atraparla y se nos escapa o simplemente nos desmayamos. 
Entonces tenemos que trabajar a lo largo de la vida y es uno de los objetivos de la preparación contemplativa del budismo en vida para la muerte para poder reconocer el instante en donde esa mente en su estado desnudo aparece y podernos relajar en ella sin tratar de atraparla y al mismo tiempo sin desmayar, y si logramos eso que no es fácil esa experiencia nos conduciría a la plenitud del despertar y la iluminación.

En la tradición judeocristiana a esa conciencia que nos anima se le llama espíritu u alma. Aunque también se habla del espíritu, alma y diferenciaría un poco lo que los budistas llamamos la mente grosa, sutil y más sutil. 

Los objetivos fundamentales de la vida desde la perspectiva del budismo es también prepararnos para abordar ese tránsito por el que todos pasamos de la forma más exitosa posible y para ello requerimos muchas herramientas. Y una muy primaria en la que todo el mundo puede empezarse a preparar es el desapego, es tener precisamente a lo largo del vivir que nada con lo que nosotros convivimos con lo que interactuamos, realmente nos pertenece, que todo en la vida lo tienen por un instante. Así esta prestado tu cuerpo y así están prestados tus posesiones materiales, tus relaciones interpersonales, y si aprendemos en vida a ver a estas variables de esa manera y a trabajar con el desafío, que no es indiferencia e irresponsabilidad. En el momento que por naturaleza tenemos que dejar todo esto atrás, lo haremos con naturalidad y esto nos ayudara en este tránsito de una forma muy importante.

Uno de los grandes místicos que trajo el budismo al Tíbet, llamado Padmasambhava decía, que para aquellos que realmente comprenden, entienden la naturaleza espiritual de la mente, aquello que llamamos muerte es solo un concepto. En otras palabras la muerte como tal no existe, es una mera transición entre una forma de vida y otra, entre un sueño y otro sueño, y el reto que tenemos es despertar, no solo en el transito del morir sino en la vida.