sábado, 31 de diciembre de 2011

agujeronegro


Desde el hueco, caía a la profundidad todo lo que se acercaba, dejando vacío, silencio y una aridez que hardía en la piel como un rasguño.

Como en medio de un paisaje desierto, el hueco era tan grande como la garganta de un gigante, que entre sequedad y hastío, se deboraba los recuerdos mas lejanos, y cada partìcula de luz que asomaba se desavanecía ante tanta profundidad.

Saboreaba el metal amargo que se fundía y caia como hilos de miel negra hacia su interior. Jamás se escuchaba el sonido de los objetos al caer, que escualidos llegaban desintegrados al nucleo de lo que fuera aquel gigante.

Desde lejos parecìa la herida de algún ser, un dios, o quizás, la explosión de una estrella. Un asteroide sumergido en la carne de un planeta fragil como la exitencia.

La infinitud del silencio, semejaba al grito de un cerdo, un humano, desesperado, cayendo desde lo màs alto de la montaña, sin nada a lo que sujetarse.

La perdida total de la fe. La aniquilación de lo que alguna vez sentí mas propio y sin embargo se coagulaba en mi la herida màs antigua de todas, esa sencación de estar escindidos, disociados, alejados del caliz, de nuestro templo, nuestra madre..

Cada vez me alejo más en este viaje sin destino, y a lo lejos veo la herida que se abre como una flor en la noche, esperando que el gran dedo que se posa en la llaga como un ave que llega al nido, remueva la herida.

Hasta que al fin llegue el dia en que el sol salga entre las cáscaras, cicatrices del huevo que aún nadie conocio, como un hijo, un sol nuevo que llega en la mañana. Derramando rojo en los mares, en el cielo, en las casas, las barcas, los hombres, las bestias, todas.

miércoles, 21 de diciembre de 2011



El tiempo pasa, los días corren como ríos en la inmensidad de un universo del cual poco sabemos. Pero al mirarnos las manos, nos recordamos, vemos esos mismos ríos surcando nuestra piel. Estamos acá. Sonriendo, llorando, amando, cantando. Llegamos a la vida, como atraidos por el canto de la Tierra, y somos despojados de ella, en el momento que menos imaginamos, y seguramente el más oportuno. Seguimos dando vuelta en una rueda, que no se detiene. El cielo cambia todo el tiempo, tu  rostro no es el mismo que ayer, tus pensamientos siguen un ritmo, pero cambian como las estaciones, las hojas de los arboles caen, alfombran el suelo del gran a arbol, y luego, se preparan para nacer los pequeños retoños, que serán acariciados por el viento.
Contemplar, escuchar, escucharnos, son el alimento para crecer por dentro. Es la comida que más apetece a los espíritus que buscan el camino de la luz. Sin embargo nadie nos enseña. No hay una escuela para la vida, sino la vida misma, y sus infinitos caminos. Cada mañana el sol brilla rojo en el horizonte, y siempre es un cuadro diferente. Cada instante sucede algo nuevo. Todo el tiempo crecen los árboles infinitos de la conciencia humana, y es ahi donde nos encontramos nosotros. Vagabundos, en la inmensidad de un espacio-tiempo, entre fractales de energía que estamos intentando comprender desde el principio. Y el universo se las ingenia, para hacer caer lo que ya no tiene razón de ser en nuestros días. Y cada vez veo más gente en las plazas del alma. Y no es casual, que cada vez sienta más corazón latiendo. Recordandonos los rostros. Te miro y se que te conozco, desde siempre.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Castillo


miércoles, 14 de diciembre de 2011

Nube Casa


Pez