Desgrabación
Link: https://www.youtube.com/watch?v=lxlraGov5po&t=557s&ab_channel=CaminoAmarillo
La
tradición budista es por definición una tradición espiritual, contempla el
hecho de que aquello que a nosotros nos anima, lo cual la tradición define como
la conciencia, no es una mera propiedad emergente del organismo físico. Nuestro
cuerpo no crea en consecuencia una muy sofisticada y compleja organización a la
conciencia, sino que más bien meramente la transmite temporalmente. Podríamos
emplear como comparación la programación radial, el radio como maquina o como
hardware en sí mismo. El radio no produce la programación, meramente la capta
la sintoniza, la amplifica, y después la proyecta.
De la misma
manera la tradición budista afirma que aquello que nosotros nos anima es una
entidad distinta a la corporal pero que emplea temporalmente el cuerpo para
manifestarse en un plano, en un universo, en un mundo particular, de
experiencia o de existencia en términos generales.
Así esta tradición
define a la consciencia como un flujo de eterna continuidad de experiencia una
especie de energía lucida o consciente que no se crea, no se destruye, se
transforma.
La
tradición budista no contempla la muerte como un fin absoluto, como la
desaparición, la desorganización, extinción de la conciencia y por tanto de la
vida, sino más bien contempla la muerte como una mera transición entre una
forma de vida y otra. En la tradición budista, nos preparamos para el morir, y
pensamos que la muerte en oposición a percibirla como un enemigo, es un gran
aliado, en particular porque nos
recuerda la importancia del vivir, no desaprovechar el tiempo. Al mismo tiempo
nos aproximamos a la muerte con una actitud de naturalidad. Primero porque
acontece para todo por igual, porque no hay salida de la misma, todos vamos a
morir. Desde la perspectiva budista, no es un fin, no representa la extinción de
la vida o la conciencia, sino una transición entre una forma de vida y otra
para la que naturalmente tenemos que prepararnos.
El primer
elemento a tener consciente es esa famosa expresión de los textos medievales y
renacentistas europeos en torno al "art morendis", arte de morir, donde se dice que
para prepararse para la muerte hay que vivir con plenitud la vida. "Art
vivendis, art morendis", para poder prepararse para morir con plenitud hay que
vivir con plenitud. Y este sería un elemento que naturalmente la filosofía y
el universo de la práctica budista abraza con particular certeza. Para prepararnos
para morir hay que vivir con integridad.
La
tradición budista contempla la muerte como un estado de transición entre una
forma de vida y otra, también equipara en el transito del morir a patrones por
los que nosotros transitamos durante la experiencia de este estado natural que
es la vida. Por ejemplo, el entre estado de transición entre la vigilia y el
sueño profundo sin sueños. Y la transición entre el sueño profundo sin sueño
y el sueño onírico, y después del sueño onírico al sueño profundo sin sueños, y
al estado de vigilia. Así se contempla la muerte como algo muy similar a estas
transiciones. Por tanto, se afirma que si lo pensamos, nosotros podemos
experimentar por ejemplo en la experiencia onírica los sueños de dos diferentes
maneras. Podemos hacerlo inconscientes del hecho de que estamos soñando, por lo
tanto, presas y controlados por el contenido del sueño al que equívocamente
nosotros le proyectamos realidad objetiva o en contraste podemos despertar
dentro del sueño, hacernos lucidos en este y controlar las apariencias del
sueño y por lo tanto liberarte de la tiranía que ordinariamente ejercen sobre
tí al reconocer la naturaleza ilusoria, al reconocer que los sueños no existen
independiente al acto de soñar.
De esta manera la tradición budista contempla
que la muerte es muy similar al tránsito del soñar. Por lo tanto, podemos
transitar el periodo del morir inconsciente de su naturaleza ilusoria y
controlados por sus apariencias, o en contraste podemos despertar, hacernos
lucidos en ese tránsito y tener injerencia en el mismo, de tal manera que
nosotros podemos impulsar a nuestra consciencia hacia un renacimiento
particular que sea favorable para nuestro desarrollo evolutivo y para esto nos
preparamos a lo largo de toda la vida. Trabajando con el sueño que lo
transformamos en una experiencia lucida y consciente ejercemos dominio sobre sus
apariencias y así nos preparamos para este sueño más coherente y profundo que
es el del morir.
Otra preparación
que es importante tener en cuenta, es que morimos como vivimos, por ejemplo, la
preparación ética. Tratar de vivir nuestras vidas de la forma más ética
constructiva, virtuosa y positiva posible. Dado el hecho de que estos hábitos, impresiones y tendencias que depositamos en la continuidad de la conciencia van
naturalmente a operar como motores que impulsan hacia una nueva existencia, así
vamos a morir como hemos vivido. Si hemos vivido con integridad vamos a morir
con integridad y vamos a vernos expuestos a condiciones muy favorables para
nuestro desarrollo evolutivo en vidas futuras.
Nos
preparamos también a través de la meditación discursiva imaginando distintos
mundos paralelos de tal manera que en el momento que nos vemos expuestos a estas
realidades alternativas las podemos abrazar con naturalidad y no con temor y
ansiedad.
Nos vamos
familiarizando con la mecánica del morir de tal manera que esta no nos toma por
sorpresa y no nos genera ansiedad o miedo, al mismo tiempo abrimos la mente a
muchos distintos destinos en los que la mente puede experimentar renacimiento,
nos familiarizamos con diferentes alternativas de vida. Imaginamos tierras puras,
universos alternativos acordes a las descripciones que de estos nos aporta la tradición
budista y así cuando nos vemos expuestos a estas realidades alternativas en el
transito del morir las abrazamos con naturalidad, entonces hay preparativos éticos,
informativos, imaginativos, contemplativos y todos nos ayudan precisamente a
afrontar la muerte con naturalidad.
La
tradición budista contempla que nuestra identidad física como mental no es
unitaria, esto es que nosotros no solo tenemos un cuerpo, sino que el cuerpo que
tenemos o somos es una colección de componentes transitorios materiales y en
ese contexto una colección de cuerpos. Así la tradición budista habla en términos
de nuestra corporalidad física de tres diferentes dimensiones, el cuerpo groso,
el cuerpo de carne y hueso, el cuerpo adamantino, cuerpo de energía sutil
compuesto de canales, de energías, de puntos de ensambles energéticos, cargas
primarias de energía masculina y femenina, y finalmente habla de un cuerpo en
extremo sutil, que es aquel que alberga a lo largo del vivir corporal a la
naturaleza fundamental de la mente, así también la tradición budista habla de
tres dimensiones de la conciencia, bajo el hecho de que la conciencia está compuesta una colección de componentes transitorios, y temporales
mentales, una sucesión de instantes o momentos de conciencia. Y se dividen en
tres dimensiones. Mente grosa, "psique" en nuestro caso es humana y
opera y funciona en un vínculo o gran cercanía al cuerpo físico, la mente sutil
que es la que transita de una vida a otra, independiente al cuerpo físico y
donde se depositan las semillas del karma y la historia de la infinitud de
nuestras vidas, pero lo que todavía es una conciencia dualista y aflictiva, y
este está vinculado al cuerpo adamantino al cuerpo de energía. Y finalmente la
mente en extremo sutil que es la naturaleza esencial de la conciencia que está
vinculada temporalmente mientras vivimos al cuerpo en extremo sutil, llamado el de
la "gota indestructible". Pero cuando transitamos por el morir se separa
definitivamente de este. Esta mente es una mente que no está afectada que no está
influenciada por nuestras afecciones mentales y emocionales es una mente que no
es dualista, en su naturaleza fundamental es pura y despierta. A pesar del
hecho de que nosotros no la hemos hecho funcional y consciente a lo largo de la
vida, sin embargo, esa es nuestra naturaleza.
¿Qué sucede durante la vida y
particularmente en el transito del morir? La vida la transitamos constantemente
entre diferentes estados de consciencia, en donde operan por momentos la
consciencia grosa que es la habitual en nosotros, por momentos la conciencia
sutil y por momento la conciencia en extremo sutil. Por ejemplo, cuando te ves expuesto
a una sorpresa, a un susto, cuando bostezas, cuando estornudas, cuando suspiras,
cuando arribas al pico del orgasmo, la conciencia grosa experimenta una
temporal discontinuidad y aparecen estas conciencias más sutiles, en el trance
entre el estado de vigilia y el dormir.
Pero el momento donde estas transiciones
se manifiestan con particular intensidad es naturalmente durante el trance del
morir, el cuerpo groso se
desorganiza, y por lo tanto deja de ser
capaz de sustentar a la conciencia grosa, la cual experimenta discontinuidad, así surge como sistema operativo primario, el cuerpo sutil de energía (cuerpo adiamantino), y con él la operación
de la conciencia que de éste depende, u opera en vinculo, con la conciencia
sutil y durante el transito del morir, ese cuerpo energético también se
desorganiza temporalmente, deja de sustentar a la conciencia sutil, y surge el
cuerpo en extremo sutil y con él la conciencia más sutil, que es una que no es
aflictiva. Es en ese momento por el que todos los seres dotados de vida
transitan, que tenemos una oportunidad de reconocer esa naturaleza fundamental
que en el estado de vigilia rara vez florece del todo clara.
Poderla estabilizar y a través de ese medio lograr la plenitud, despertar y la
iluminación entendiendo ese estado del despertar y la iluminación como no otro
que aquel en donde esa naturaleza fundamental de la mente se manifiesta de
forma lucida y funcional.
Si bien esto acontece de forma natural en el transito
del morir, no es fácil reconocer esa naturaleza fundamental. Porque a lo largo
de la vida y vidas no hemos generado, en buena medida familiaridad con esta y
cuando la misma surge, en nosotros lo que generalmente acontece es que la impresión
es tan poderosa e intensa que ya sea deseamos atraparla y se nos escapa o
simplemente nos desmayamos.
Entonces tenemos que trabajar a lo largo de la vida
y es uno de los objetivos de la preparación contemplativa del budismo en vida
para la muerte para poder reconocer el instante en donde esa mente en su estado
desnudo aparece y podernos relajar en ella sin tratar de atraparla y al mismo
tiempo sin desmayar, y si logramos eso que no es fácil esa experiencia nos
conduciría a la plenitud del despertar y la iluminación.
En la
tradición judeocristiana a esa conciencia que nos anima se le llama espíritu u
alma. Aunque también se habla del espíritu, alma y diferenciaría un poco lo que
los budistas llamamos la mente grosa, sutil y más sutil.
Los
objetivos fundamentales de la vida desde la perspectiva del budismo es también
prepararnos para abordar ese tránsito por el que todos pasamos de la forma más
exitosa posible y para ello requerimos muchas herramientas. Y una muy primaria
en la que todo el mundo puede empezarse a preparar es el desapego, es tener
precisamente a lo largo del vivir que nada con lo que nosotros convivimos con
lo que interactuamos, realmente nos pertenece, que todo en la vida lo tienen
por un instante. Así esta prestado tu cuerpo y así están prestados tus posesiones
materiales, tus relaciones interpersonales, y si aprendemos en vida a ver a
estas variables de esa manera y a trabajar con el desafío, que no es
indiferencia e irresponsabilidad. En el momento que por naturaleza tenemos que
dejar todo esto atrás, lo haremos con naturalidad y esto nos ayudara en este tránsito
de una forma muy importante.
Uno de los
grandes místicos que trajo el budismo al Tíbet, llamado Padmasambhava decía,
que para aquellos que realmente comprenden, entienden la naturaleza espiritual
de la mente, aquello que llamamos muerte es solo un concepto. En otras palabras
la muerte como tal no existe, es una mera transición entre una forma de vida y
otra, entre un sueño y otro sueño, y el reto que tenemos es despertar, no solo
en el transito del morir sino en la vida.