jueves, 30 de abril de 2015

Elohim


Una larga mañana del universo los niños cometas jugaban en el cielo a saludar planetas. Sus ojos veían tan lejos que la poesía del mundo llegaba hasta el fondo de su alma. Esa larga mañana alargada del tiempo, uno de ellos, Elohim descubrío a una mariposa de mil colores, ella reposó su cuerpo luego de un súbito aleteo, sobre los diminutos pétalos de la flor celeste, del medio del lago.
El agua dulce de los ojos de Elohim comenzó a correr, como un río de aguas cristalinas, y el tiempo se hizo cada vez más íntimo.
Los instantes retorcidos en los relojes de antaño cobraron vida, al fin escuchaban latir su corazón de niño. La mariposa con su inocente conciencia divina, solo sabía que era ella. Sin embargo no contaba con la mirada de Elohim, el que da vida, y conciencia a las cosas. Donde Elohim mira, la hierba crece, el color dorado del sol resplandece, la respiración del niño aparece. Esa mañana era el primer día del sol. ¿De donde vienen las galaxias? Se preguntó elohim. El tampoco sabía el gran misterio. ¿De donde vienen las mariposas que aletean? Sus preguntas solo se respondían en su búsqueda minuciosa.
La inmensidad era diminuta ante la presencia de las akashas o grandes madres del axis, nido eterno. Ellas aun recuerdan el amoroso parto de cada galaxia, todavía nacen ayer cada instante siempre. Cada luna de la tierra que pasa, nacen millones de galaxias en la piel de los niños rojos de andromeda. En la cascada azul rojiza del espectro todo ya tuvo su final, y volvió a comenzar hace mucho tiempo.