domingo, 13 de junio de 2010

Al sol

A veces cuelgo del árbol y soy la fruta, otras veces me desparramo en el vientre de la fría piedra y me dejo roer por el tiempo, me dejo morir. Quizás me encante morir, una y otra vez, o quizás tan solo tenga un miedo enano vestido de tul. Me es tan simple salirme del círculo, romper en pedazos lo que tanto esfuerzo me llevó y volver a encontrarme desnudo en el río seco, en medio del valle de piedras de ayer, las que aun no se hicieron arena y siguen sonando como cascabel. Decí que al menos ya hay un cúmulo finito de sedimentos que se puede contar con los dedos de las manos y los pies, para no decir diez o veinte granitos de arena. Más allá de eso:
Amo sentirme acá, sentir que apenas un par de raíces asoman por entre las uñas del meñique, despertarme temprano e inconscientemente encontrarme de frente con el gigante azul, ese guerrero que se viene y que se va, que permanece y es mi norte.