viernes, 11 de junio de 2010

Rinocerse.

Nada facil reconocerse, nada facil transitar los dos caminos al mismo tiempo. No se que es lo q me mueve a eso, pero alguna parte de la realidad me lo pide, lo busco, lo huelo lo siento y ahi estoy como una estatua del arlequin en potencia, but dont worry #be happy, dice la cancion y yo me preparo para la carcel de cemento. Me cuelgo dos o trés ideas de quien quiero que crean que soy, las repito por el simple acto de memoria: "Yo soy Sarasa, y hace varios años que ando en el mundo de las sarasas, me dedico a la practica intensiva de la sarasa y soy muy feliz, gracias. Adios." Y todo gira así, y no me la creo ni en pedo, pero actúo bastante bien, porque a veces me voy por la tangente. La tangente te lleva a tardar un millon de años en volver a encontrar la elipse y así andamos de universo en universo por el mismo peso gravitatorio que genera nuestro ego purulante, esa triste idea moderna de creernos dios porque sabemos contar con los dedos, o abstraernos y hablar sobre cosas que no se ven. Pero por favor, que ridiculo. De eso se trata todo, de saber lamer suelas de zapato ajeno, de encontrarle la vuelta a la esquina o encontrar el cocodrilo de los huevos de oro, tan codiciado ser, para comerle la piel, los huesos, las costillas, y hacer los huevos fritos para comer sin compartir. Sapo en la barriga. Y vender estampitas de lo que el cocodrilo fue. Tanta magia en las pantorrillas, tanta rucula en la huerta ¿para que?
Alcornoque, pobre arbol que se la agarran con él.