viernes, 11 de junio de 2010

Incorporeo

Me desprendo. Las uñas me caen de los dedos, los dedos de las manos, falange a falange, se desparraman en la tierra. El que se cae a pedazos, el que se resquebraja, el que se amputa a cada instante un trozo más. El que se extirpa recuerdos del entrecejo, que como lagañas, intrusivas lagañas, le colman los ojos, le deboran las entrañas, y se queda sin ojos. Sin ojos y sin recuerdos. Sin ojos va. Va a caballo, a multicornio, interpolando mil patas entre los obstáculos inhertes. Y solo se mueve el, o al menos da la sensación. Y el equs ferus, muere y nace, su muerte es medular y cortical, y revive entre cada muerte la anterior. Recuerda que solo es el vehiculo. Luego, uno tras otro, se caen en el cubo de cristal, en el claustro. La invalidación de ser. La inclusión de las arístas al dodecaedro irregular, la descorporización del homo sapiens-sapiens. Esto no culminó.